martes, noviembre 13, 2007

Bajada de Bandera II


Sí, nueva historia desarrollada en el interior de un taxi. Es increíble la cantidad de cosas que te pueden pasar dentro de una
de esas cosas con ruedas que te llevan de un lugar a otro de la ciudad. Cuando no sabes sobre qué escribir, te subes en uno de éstos
y casi seguro que te pasará algo que hará que tu falta de inspiración desaparezca en el tiempo que dura el recorrido. Seguro que si
en los momentos en los que Baudelaire no sabía qué escribir en el siguiente verso de "Las Flores del Mal" hubiera podido
coger un taxi en Madrid, hubiera terminado mucho antes su obra. Aunque, probablemente, hubiera sido aún más censurada de lo que ya fue.

He cogido tantos taxis a lo largo de mi vida que he desarrollado una habilidad casi idéntica a la de Charles Darwin clasificando
especies de animales. Sólo que yo me he centrado en el estudio de una especie en particular: el "taxistum madrisensis", más conocido
como taxista madrileño. Esta especie se caracteriza por:

- Tener más de 50 años.
- Conducir taxis con un nauseabundo olor a putrefacción.
- Desprender un edor insoportable proviniente de las axilas (a veces, no cambiarse la camisa ni para ir a dormir tiene esos efectos secundarios)
- Expresarse de una forma tal y con tanta educación que hace que Poli Díaz a su lado sea Miguel de Cervantes Saavedra.

Esta mañana he cogido un taxi conducido por un ejemplar único de "taxistum madrisensis". Sí, realmente único. De hecho, fue el primero de todos, fue como el molde a partir del cual
se fueron creando todos los demás especímenes de su especie. Primero fue él, y después, todos los demás.

Nada más subir al taxi y ser abrazado por el inconfundible edor propio de esta especie, el taxi comienza a escupir humo avanzando por la carretera y al mismo tiempo empieza nuestro diálogo vespertino:

- A Alcobendas, por favor, a la calle bla bla bla. Me lleva por la M-11.

- Eso es pasando por ahí por la ermita esa no?

Esas preguntas a las 8 de la mañana, cuando casi acabas de abrir los ojos, son las que me rompen.Así que sólo me oigo decir:

- Errrrr..... sí...no ... no sé...,usted vaya por la M-11

- Pero eso es por la ermita esa, o no?? ,me pregunta con un tono de voz hostil e irritado, mientras me mira con cara de asco desde el retrovisor. La puta ermita de los cojones debe ser una especie de Meridiano de Greenwich para este "taxistum madrisensis", debe servirle
para situarse mentalmente en una coordenada terrestre concreta, así que sea cuál sea su destino, TIENE que calcular el recorrido en función de la puta ermita.

- No, no es por la ermita.

- Cómo que no? claro que sí, tenemos que pasar por enfrente de la ermita. Parece mentira que viva usted aquí y no sepa dónde está la ermita eh??

Pienso cómo habrá dilucidado que vivo en el mismo lugar donde me ha recogido: podía estar de visita en casa de mi novia, haber pasado la noche
en un hotel de los muchos que hay por mi barrio, o simplemente venir de cualquier sitio. De hecho, podría no haber pasado por aquí en mi puta vida. Pero no, sé perfectamente dónde está esa ermita, y también sé perfectamente que no vamos a pasar por delante de ella porque por el camino por el que le he dicho al conductor que vaya pasaremos justo por debajo de ella. Pero decido que no merece la pena contestarle.

El taxi sigue hiriendo el cielo de Madrid, escupiendo su humo negro venenoso casi con la misma hostilidad que su dueño, mientras me conduce a mi lugar de trabajo.

Al cabo de unos minutos, durante los cuales por supuesto no hemos visto ninguna ermita, me dirijo al taxistum madrisensis, esbozando una ronrisa mientras le miro por el retrovisor:

- Y la ermita, qué?

El taxista me mira por el retrovisor con los mismos ojos con los que miraría al mismísimo satanás si fuera sentado en el asiento de atrás:

- La ermita la hemos pasado hace ya un rato,es increíble que no conozca usted la ermita ehhhhh??, vuelve a repetir ininteligiblemente, con una voz que por un instante me recuerda a un sonido parecido al que debe hacer el estómago mientras regurjita un alimento y lo deshace con los ácidos y los jugos gástricos.

Sonrío aún más, pero no le digo nada. Inmediatamente me doy cuenta de que todo su ego está sustentado sobre su autoinventada infalibilidad a la hora de saber ir a cualquier sitio con su taxi. Si le quitas eso, lo matas. Si por cualquier extraña razón el taxistum madrisensis tuviera que decirse a sí mismo que no sabe ir a cualquier rincón de MAdrid, o que se ha equivocado al tomar una salida, toda su existencia se vendría abajo, su ego le abandonaría para siempre y dejaría paso al más terrible vacío interior. No sería, simplemente, nada. O al menos eso cree él.

Paso un rato leyendo la revista "DownTown" y mirando por la ventanilla, viendo como el sol hace estallar una vez más a la oscuridad en mil pedazos, poco a poco, mientras nos recuerda lo pequeños y miserables que somos.

Me siento bien mientras miro al sol. Me hace volver a la realidad. A valorar sólo las cosas que realmente significan algo. El resto son sólo el atrezzo del mundo.

- Siga en dirección a La Moraleja, le digo al taxistum madrisensis.

Seguir mi indicación no hubiera supuesto nada especial si lo hubiera hecho con la antelación suficiente...en lugar de eso, espera hasta el último segundo para tomar esa dirección, dando un volantazo que hace que casi nos choquemos contra la mediana de la autopista.

No le digo nada, mientras seguimos nuestro camino. Al cabo de unos minutos, le digo:

- Ahora pásese al cárril derecho

Veo que en lugar de hacer lo que le acabo de decir, está a punto de desviarse de mi destino, yendo hacia un sitio que no es.

- Por ahí no hombre!

- Pero usted me ha dicho que fuera por la derecha!!

- Yo le he dicho que se pásase al cárril derecho, no que cambiara de dirección hacia la derecha.

- Me dijo por la derecha!!

Vuelvo a recordar lo del ego y cuento hasta 10 para no contestarle...sé por experiencia que no sirve de nada discutir con un taxistum madrisensis.

- Seguimos ahora por este carril? , me pregunta el conductor

- Hmm....sí.....

Entonces me doy cuenta de que ahora el que me he equivocado he sido yo,

- NO!! Ahora a la izquierda!!

El taxistum madrisensis da otro volantazo, recupera la estabilidad sobre su asiento y entonces, mirándome otra vez con la misma cara de asco que un rato antes, me dice:

- Pero bueno, ya está bien eh??!! podía avisarme antes eh??!!

El límite de mi paciencia acaba de ser traspasado. Ya no aguanto más. Tengo que decirle algo a este homo antecessor o sino el día en que esté en mi lecho de muerte me acordaré de este momento y volveré a sentirme un gilipollas:

- Mire, mejor no se queje porque menudo volantazo ha dado usted hace un momento eh??

- Si claro!! y el que acaba de hacerme dar usted qué, ehhh??!!, me dice, sin dejar de mirarme por el retrovisor.

Ahora sí. Se acabó.

Con mucha calma, despacio, sin levantar la voz en ningún momento, y mirándole a los ojos que veo reflejados en el retrovisor le digo:

- Por qué no se calla usted un rato, se limita a conducir el taxi, que es por lo que le voy a pagar, y se guarda sus chascarrillos para cuando esté en el bar con sus amiguetes viendo el fútbol? Es usted demasiado listo para ser taxista, no?

Por un momento parece que tenga delante a una nueva especie de taxistum madrisensis, porque desde luego la cara de este especímen que tengo delante no es la misma que la que tenía hace un segundo. De repente su fea cara parece tener una tonalidad más pálida, las dos canicas pequeñas, opacas y sin vida que tiene por ojos están inyectadas en sangre, y la boca se le tuerce en un gesto imposible, que confiere a su rostro el aspecto de un insectoide, deforme y grotesco. Puedo imaginarme al mirarle las protuberancias de su cara de las que salen media docena de antenas finas y enrolladas. Ya no es un taxistum madrisensis, ahora es una especie de mantis religiosa gigante.

La mantis-taxista empieza a decir-regurjitar algo, pero la interrumpo:

- Le he dicho que no me dirija la palabra. Limítese a conducir.

Parece que esta vez sí ha entendido mis palabras, así que por primera vez en su vida, se calla. Y yo abandono su taxi-madriguera, no sin antes despedirme:

- Que tenga un buen día en su taxi.
Š∑ЯGÎØ

3 comentarios:

Lullaby dijo...

No está mal la historia. Sólo decirte que tiene un error ortográfico, es "a punto", no apunto.
Un saludo
Lullaby

Anónimo dijo...

Formidable. Me he leído toda esta tira. Eres un escritor estupendo.

©Dríada dijo...

Hola, he entrado en tu blog por casualidad. Está muy bien la historia, me he reído mucho porque ¡hay que ver cómo son algunas personas! Si no saben hacer su trabajo, que se busquen otro.

Espero que sigas escribiendo.

Saludos.