http://www.elmundo.es/elmundo/2010/01/19/cultura/1263918339.html?a=526b0281a9fb08a38b8263911eb52c52&t=1264163421&numero=
En el libro, para mí una auténtica obra maestra, el mundo está destruído, reducido a cenizas, y sólo hay algunos supervivientes que deambulan hambrientos y perdidos. En ningún momento se cuenta en el libro qué fue lo que provocó esa destrucción.
Y en eso consiste precisamente el concurso de El Mundo: en escribirir un micro-relato (1000 caracteres como máximo) en el que se cuente qué fue lo que pasó.
Yo he participado escribiendo las palabras que pongo a continuación. A ver si hay suerte y gano el lote de libros con la obra completa de McCarthy y las 2 entradas para el pre-estreno en el cine Palafox. Por soñar que no quede:
----------------------------------------------------------------------------------
No hay acto sin consecuencia. Nuestro egoísmo. Nuestra ignorancia. Creímos que la tecnología nos protegería. Creímos que éramos dioses. Que el planeta era nuestro. Todopoderosos. Nos jactábamos del Universo entero. Finalmente, no fueron las bombas lanzadas por los Hombres las que trajeron la oscuridad infinita a nuestras almas. Tampoco fueron las innumerables heridas abiertas sobre la desgarrada piel de la Tierra las que trajeron el infierno desde la peor de nuestras pesadillas. Ni todas las bombas ni todas las heridas juntas nos hicieron presagiar cuál iba a ser nuestro verdadero final.
Fue el Cosmos entero el que conspiró contra nuestro destino y el que consiguió cambiarlo cuando aquella enorme bola de fuego y roca impactó contra nuestras esperanzas, nuestros sueños y nuestra arrogancia. A veces Dios sí juega a los dados. Supongo que aquella fue su última partida. No hay acto sin consecuencia.
----------------------------------------------------------------------------------Š∑ЯGÎØ
1 comentario:
Yo creo que fue así:
El obeso Jeffrey Adams comía gustosamente una deliciosa hamburguesa en Joe's, la cafetería de la esquina. Justo en el momento en que se disponía a pegar el último mordisco, le pegó un infarto que lo dejó seco. Al caer lenta pero inexorablemente su gorda y grasienta cabeza sobre la mesa, lanzó al aire unas pocas patatas fritas que quedaban sobre el plato y una enorme jarra de cerveza (la cuarta) que aún no había acabado. El vaso impactó en la manilla del gas de un fogón de la cocina, que en aquel momento se encontraba vacía porque Jonathan Javier, el sudaca sudoroso que está esclavizado en ella, cagaba soberamente en el lavabo. A los pocos segundos, la cafetería reventó en pedazos, originando bombazos en cadena que, irremediablemente, acabaron destruyendo el planeta.
Publicar un comentario