miércoles, junio 21, 2006

Cuba Libre

Esta misma mañana. Miércoles, 9:30. Salgo de la estación de metro rumbo al trabajo. Ante mi se extiende una calle que parece no tener fin. Sí, de hecho, es infinita.

Miro a mi alrededor mientras camino. Me fijo en una chica rubia con pantalones vaqueros muy ajustados, andando unos 10 metros delante de mí. Justo enfrente de mí veo a un tipo con una camiseta roja y la palabra CUBA en blanco serigrafiada detrás.

Dejo de prestarle atención y me dejo arrastrar por mis propios pensamientos. Pasados unos 2 minutos veo que algo que me llama la atención: la chica rubia ya no está sola: ahora tiene pegado a su izquierda al tipo de la camiseta roja, y está diciéndole algo a la chica. Bueno, estará preguntándole por una calle o algo, pienso.

Siguen andando delante de mí, a unos 3 metros. El tipo de la camiseta roja sigue diciéndole algo a la chica rubia, muy pegado a ella. Entonces me doy cuenta de algo: la chica ni siquiera le mira, ni siquiera le contesta. No puedo ver sus labios porque estoy detrás de ella, pero lo intuyo. Algo no va bien. Sé que ella no está hablando. Ni siquiera gira el cuello mientras el tipo de la camiseta roja le habla. Una cosa está clara: la chica está tratando de ignorar al tipo de la camiseta roja.

Entonces me fijo más en él: medirá 1.75, muy moreno de piel, pelo corto negro.

Mientras le sigue diciendo cosas a la chica, muy pegado a ella, esboza una sonrisa falsa y no deja de mirarla de arriba a abajo: su mirada se dirije a las tetas de la chica rubia.

Habrán transcurrido ya cerca de 10 minutos, y delante de mí el tipo de la camiseta roja continúa su insistente monólogo. Noto la adrenalina agolpándose en mi cerebro, pugnando por salir.Tranquilo Sergio...es una desconocida, el tipo de la camiseta roja sólo la está hablando...no está haciendo nada malo...

o sí ?

Me pongo en el lugar de la chica: lleva en la mano la típica bolsa que lleva la gente que, normalmente debido al miserable sueldo que le pagan sus jefes, contiene un tupperware con la comida del día. De esa forma la chica rubia se ahorrará los muchos euros que le hubiera costado comer en cualquiera de los restaurantes que, como setas, cubren la zona por donde yo trabajo. Seguramente será administrativa, recepcionista, o algo parecido. Seguramente su jefe será un gordo cabrón que le paga 800 euros al mes y le recomienda que vaya ligerita de ropa a trabajar, para así poder alegrarse la vista cada vez que la llama a su despacho para pedirle lo que sea. El gordo cabrón llegará a su casa por la noche y se follará a su mujer mientras está pensando en el culo de la chica rubia que camina delante de mí. Seguramente la chica vivirá lejos. En Madrid todo el mundo vive lejos de donde trabaja. Esta puta ciudad es demasiado grande. Así que cada día tiene que pegarse un buen madrugón para poder llegar a tiempo a la oficina del gordo cabrón. Odia su trabajo, pero es el único que tiene. Lo único que quiere en ese momento es que el baboso con una camiseta roja que tiene pegado a su izquierda diciéndola guarradas desde hace 15 minutos la deje en paz. Sí. Al principio la chica rubia se lo ha tomado como una especie de piropo, como una broma sin importancia. Pero cuando ha visto que el tipo de la camiseta roja no se va, que sigue a su lado diciéndola cosas, entonces ya no se lo ha tomado tan a broma y ha empezado a preocuparse.

Llegamos a un paso de peatones con semáforo. Decido acercarme más a ellos. Quiero verles la cara a los dos, y sobre todo escuchar lo que está diciéndole el tipo de la camiseta roja. Me coloco justo detrás de ellos, en el medio, concentrándome en escuchar sus palabras, mientras miro sus caras: la chica rubia tiene cara de preocupación, creo que está asustada, aunque a la vez su mirada muestra determinación. El tipo de la camiseta roja tiene rasgos sudamericanos, unos 35 años, sus ojos son vidriosos, sin brillo, sin el menor atisbo de inteligencia. Su cerebro es su polla.

Probablemente su cerebro esté empalmado a estas alturas. Qué asco me da. Cerdo que se dedica a molestar a las chicas cuando van a trabajar. Cobarde hijo de puta.
Por qué no se irá a su puto país a molestar a las chicas ? pienso.

Cruzamos la calle, yo muy pegado a ellos, detrás, a medio metro. El tipo de la camiseta roja y el cerebro empalmado sigue mirando sin parar a la chica y diciéndole cosas: las dice tan bajo que no alcanzo a entender ni una sola palabra. La adrenalina ya está haciendo su trabajo.

No le digas nada. No merece la pena. A lo mejor es un puto colgao que lleva una navaja o sabe kung-fu y te parte la cara aquí mismo. O a lo mejor no te has fijado bien al principio, y resulta que son pareja. No, eso es imposible. Sé que no se conocen de nada. Lo presentí desde que le vi hablándola por primera vez. Y está molestándola. Pienso en todas las mujeres que son objeto de todo tipo de frases asquerosas cuando pasan delante de alguna obra, o delante de cualquier grupo de tios, que tienen que hacerse los duros para alejar así el fantasma de la homosexualidad delante de sus amigos de la Banda del Cerebro Empalmado.

Sigo andando. Miro al tipo de la camiseta roja: por un momento parece que se ha cansado de ser un monologuista a sueldo del canal Paramount Comedy, porque se separa de la chica y se detiene. Yo me paro también. La chica rubia sigue andando. Pero no, el tipo de la camiseta roja acelera el paso y vuelve a colocarse a su lado: sigue habándole a la chica rubia. Maldito cerdo. No aguanto más: tengo que decirle algo. Quién se ha creído qué es?

- Oye tú! - grito, sin dejar de andar detrás de ellos

El tipo de la camiseta roja se gira inmediatamente y clava su mirada sobre mí:

- Qué?

- Por qué no dejas a la chica en paz ? - noto que mi pulso se acelera, mis músculos se tensan: espero cualquier reacción por su parte. Estoy preparado. Sujeto el móvil con fuerza para usarlo a modo de arma en caso de necesitarlo. El hecho de saber que estás haciendo algo bien siempre te da un valor y una fuerza que realmente no te pertenecen.

- Es tu novia? - me pregunta el tipo de la camiseta roja; veo miedo en sus ojos: sé que no me va a hacer nada. Está acojonado: le saco una cabeza y las gafas de sol que llevo me deben de conferir un aspecto bastante violento. No se esparaba algo así. Ya no es un cerebro empalmado. Ahora es un cerebro flácido. Me tranquilizo un poco, pero sin bajar la guardia.

- SI, miento.

El tipo de la camiseta roja no dice nada más. Se queda parado mientras yo continúo mi camino. La chica rubia avanza ya unos cuantos metros delante de mí. No quiero decirle nada. Me da vergüenza. Y además no quiero su agradecimiento. Sólo lo he hecho porque lo que estaba haciendo el tipo de la camiseta roja y el cerebro flácido no está bien. Lo he hecho por la chica rubia y por todas las demás. Miro hacia atrás por si acaso sucede algo con Don Cerebro Flácido.

Pero ya casi ni le veo.


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10 comentarios:

Sonja dijo...

Nadie le echa una mano a una chica como has hecho tú. Gracias. De todas formas, y si queremos ganar esta guerra somos nosotras las tenemos que aprender a pararle los pies a los desgraciados pichafloja como el tipejo asqueroso ese.

Pero mira, el día de esta chica que había empezado como un culo, se ha convertido en una mañana dulce con algo bonito que contar.

Khalita dijo...

Cierto... Yo soy de la opinión de que debemos valernos solitas. Sin embargo, también creo que a ver a cuantas se nos da por plantarle cara a un tío de metro noventa solas por la calle y pesando cincuenta kilos...

Es agradable saber que aún queda gente como tú ;)

Anónimo dijo...

i'm proud of you man...

bien hecho... yo me gané una ostia por algo parecido... no analizé demasiado al cerebro empalmado... así que mi cerebro débil cayó al suelo... ;)

Anónimo dijo...

Contratado. ¿cuánto ganas al mes? te lo duplico, sin horarios, pero derecho a playa los fines de semana de 10 a 3. Serás mi guardaespaldas. o.k?

Anónimo dijo...

Bien hecho... conforme iba leyendo me subía la adrenalina a mí tambien .. estoy pensando en hacer un curso de defensa personal..

Anónimo dijo...

Menos mal que la chica era lo suficientemente guapa para que te fijaras en ella en un principio, y que era mujer para que pudieras hacer de caballero salvador.

Anónimo dijo...

Acaso era un dato relevante que se tratase de un sudamericano?? Quieres fomentar el odio racial o qué?

Por cierto, casos de españoles (a punta pala) pero no veo ninguno por aquí.

Hipócrita.

Sergio dijo...

Usuario Anónimo:

Si hubiera sido de China hubiera dicho que era chino...pero casualmente no vi que tuviera la piel amarillenta ni los ojos oblicuos...así que no era chino sino sudamericano. Su raza simplemente la dije como parte de la descripción que de él hago. El resto son pajas mentales de un payaso que va de "solidario", o sea tú.

Seguro que eres de los que dicen "negrito" o "de color" en lugar de NEGRO, a qué si?

El día que vea algo así protagonizado por un español, lo pondré, no lo dudes.

Gilipollas.

Anónimo dijo...

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Erasmusiense dijo...

Qué valor tienes Sergio. La verdad es que para cosas así hay que echarle un par, y tu le has echado dos =) Por mi parte, creo que sonja y khalita tienen razon: el hecho de que nosotros protejamos a las mujeres no hace que mamones como ese sudamericano dejen de molestar. La iniciativa, x mucho que me cuesta decirlo x miedo a lo que les pueda pasar, tiene que ser de las víctimas, ya que sólo así harán aprender a los gilipollas esos. Sin embargo, te felicito por tu valor de nuevo y no dudes en repetirlo si te encuentras situaciones parecidas. Un saludo y sigue así ;)